David Dolcini me concede tiempo para conversar y conocer más de cerca su trabajo, sus diseños y su vida.
Su relación con el diseño
El diseñador italiano enciende la pantalla de su ordenador. Se encuentra en Codogno, su ciudad natal y donde tiene la sede principal de su estudio. David habla un perfecto español. No es para menos, sus dos hijas, Lía y Alida, y su pareja, viven en Valencia; allí también David Dolcini Studio cuenta con una pequeña oficina. “Valencia es mi momento de descompresión donde las ideas van a su sitio. Es una ciudad con mucha historia y que tiene mucho que ofrecer. Yo allí vivo en Cánovas, delante del Palau de la Música”.
Pero es en Codogno donde David se siente más cómodo para trabajar. Ubicada a media hora de Milán, este pueblo es parte fundamental de su historia de vida. Su abuelo tenía allí una fábrica de maderas que, tras la guerra, pasó a producir puertas y ventanas. En la empresa Fratelli Dolcini también trabajó su padre y, aunque actualmente está cerrada, podríamos decir que su relación con ella forjó su sensibilidad por este material y delineó aspectos importantes de su biografía. Procesos, técnicas, herramientas… pasos que acompañaron desde pequeño las aventuras del diseñador.
David Dolcini, instinto y ocasión
“Digamos que la vida me lleva mucho, sigo el fluir de la vida. He vivido en muchos países por eso hablo varios idiomas. Siempre ha sido un poco por instinto y un poco por captar ocasiones. He vivido en Shanghái, en Inglaterra, en Brasil, en Mozambique”…
“Después de la universidad yo trabajaba para Luceplan. Llegué a la empresa porque la fábrica estaba al lado de la universidad y pensé, ‘voy a presentarme para hacer el Stage Curriculare’ y antes de acabar la carrera ya me habían contratado. Me gustaba. Desarrollaba proyectos de diseñadores como Paolo Rizzato, Alberto Meda… no tenía pensado montarme mi marca. Tenía 24 años en ese momento”.
“Luego mi madre se puso enferma y dejé el trabajo para volver a casa y ayudarla. Y, para estar con ella, tenía que trabajar por la noche, entonces hacía consultorías para fábricas de iluminación y desarrollaba algunos productos. Hasta que un día fui a la feria Light and Building en Frankfurt y me crucé en el metro con una persona que se puso a conversar conmigo, era el año 2006. Cuando esta persona me da su tarjeta, era un directivo de Zumtobel que finalmente me invitaría a trabajar en un estudio del que era socio en Shanghái. Siempre la vida ha sido así conmigo”.
El miedo nunca te lleva a ningún sitio
“Yo creo que hay que ser positivos y propositivos. El miedo nunca te lleva a ningún sitio. Al volver a Italia para navidad, después de casi un año en Shanghái, descubrí que mi madre había empeorado y decidí no volver a China. Ahí fue cuando empecé con proyectos propios. Mi madre falleció al cabo de unos meses y esto me llevó a empezar con mi propio nombre. A través de un amigo y mentor, el diseñador Roberto Palomba, —yo he sido uno de sus primeros estudiantes de la universidad Politecnico di Milano—, él me formó y me ayudó a entrar en el mundo del trabajo del diseño. David Dolcini Studio como tal empezó en 2008”.
Lo que David Dolcini aprendió de Roberto Palomba
“Lo que más me impresionó de Roberto es que todo está conectado. No hay producto solo, no hay comunicación sola. Todos los elementos son parte del mismo proyecto. Un diseñador tiene que moverse en todo ese espacio y tiene que controlar todos los aspectos. No es una cuestión de forma, de técnica, de tecnología, de imagen o sólo de estrategia. Es una cuestión de todas estas cosas. Y Roberto lo sabía bien, sus productos son de éxito porque son productos en equilibrio. Un producto tiene que estar en equilibrio entre todos los componentes que lo forman. Nunca un producto de éxito es porque sólo es bonito o sólo porque es… es muchas cosas más”.
Los objetos como las relaciones humanas
Además de Luceplan, David trabaja para firmas como Porada, Panasonic, Riva 1920, Bellosta, Bric’s, entre otras. ¿Cuál consideras que es tu huella en los productos que diseñas? —Le pregunto a David para continuar escuchándolo— .
“Para mi un producto es un objeto que genera una relación entre la persona y el objeto mismo. La idea es que sea una relación de amor, que tu ames tus cosas por lo que te aportan y que, al mismo tiempo, aprendas de ellas. Pero esto debe ser como las relaciones entre las personas, se debe dar de manera gradual. Tienes que descubrir cosas en el transcurso de esa relación. A través de una imagen muy limpia, un producto tiene que ser muy esencial porque la elegancia pasa a través de muy pocas cosas, de muy pocas señales… no hace falta recargar las cosas”.
“Como decía Achille Castiglioni una idea en un proyecto ya es suficiente, no hace falta añadir más. Pero, para mi, luego un producto te debe devolver en detalles, en soluciones, aspectos que vas descubriendo día tras día y que no te habías dado cuenta al principio. Esto es lo que yo veo, un producto que sea honesto, que no cuente más de lo que es pero, al mismo tiempo, un producto que sea cultura. Porque nuestro trabajo es un trabajo que elegimos y como tal es una responsabilidad, es un trabajo cultural. Lo que hago puede afectar a las personas en el sentido de que, ahora que hablamos tanto de lo sostenible, la cosa más sostenible de todas es la que no se tira, eso es sostenible. Por ello, un producto debe ser en equilibrio. Producir poco es sostenible o no producir”.
“Nosotros no hacemos productos pensados para que sigan una tendencia, no nos sale, va en contra de lo que es. Para diseñar hacemos mucha búsqueda, investigación, prototipación. La cantidad de tiempo que inviertes en ello…. es un trabajo cultural. Esta es nuestra forma de hacer las cosas y se ha convertido en nuestra metodología. Esto es cómo lo hacemos y los valores que hay detrás. Nuestra forma de trabajar es más parecida a una boutique, somos pocos y afines y compartimos visión y trabajamos con el ritmo justo. Las ideas necesitan tiempo para madurar”.
La masificación del diseño
“El problema del diseño, como el de muchas otras disciplinas, es que se ha masificado. Por un lado, el aspecto positivo de la masificación es que ha hecho posible que más gente lo conociera. Un día, hace casi 20 años, me llamó mi madre al móvil y me dijo: ‘David estoy con unas amigas, dime tú qué es tu trabajo porque yo no tengo ni idea’. Ahora mismo hablas con una persona y más o menos tiene claro qué es el diseño. En los 80, 90 o, incluso, en el 2000 no era así. Esto está bien porque el diseño te sitúa en un tema cultural, de lifestyle… Pero, por el otro lado, la masificación ha hecho que también se produjera mucho diseño que no tendría que llamarse así”.
La coherencia en el diseño
“Yo estudié arte antes de la universidad y el arte siempre me fascinó muchísimo. Lo que me atrajo del arte es que cuando lees la biografía de un artista te das cuenta de su obra. Por ejemplo, en Caravaggio es impresionante su relación con la carne, con las grietas de la piel y la luz. Cuando lees su biografía te das cuenta de que Caravagio era una persona ruda, pasaba las tardes en los bares, su pasatiempo era ver las decapitaciones, su relación con la carne era muy directa. Entonces en su arte todo esto sobresale en su realismo. Cuando lees esta biografía conoces la vida de estos artistas y esto te revela la coherencia entre su vida y su obra. En el diseño esto también es evidente, personas que, a través de lo que hacen muestran una coherencia en su diseño”.
Pura investigación
“En estos meses de pandemia, como no podía viajar a Valencia y para no pensar en el hecho de no poder ver a mi familia, me encerré a estudiar y empecé a investigar sin ninguna finalidad proyectual y día tras día esta investigación me absorbió por completo. Este es un proyecto mío, personal que se conecta mucho con mi pasado, con la artesanía y la madera. Es un proyecto que ha podido nacer gracias al tiempo… ‘un tiempo necesario’ para que a veces las cosas nazcan de forma natural y espontánea. Ahora estamos pensando en cómo presentarlo porque no es el estudio David Dolcini sino un proyecto paralelo del que pronto comentaré más detalles.”